La reconciliación
No era una noche igual que las otras, esta vez Lucero
estaba enojada con Manuel, porque él le había hecho el comentario de que una
fans llamada Renata le había robado un beso. Manuel decidió confesárselo porque
no quería tener secretos con ella, pero jamás imaginó que su amada Lucerito, se
pondría celosa.
Esa noche Lucero llevó a los niños a la cama y se
quedó ahí hasta que se quedaron dormidos. Lucerito y José Manuel dormían como
ángeles y a Lucero, le encantaba velar el sueño de sus pequeños. Ya pasaban las
10 de la noche, cuando la adorada decidió irse a su cuarto, pues estaba
agotada.
Abrió la puerta de su recamara y lo primero que vio
fue su cama llena de pétalos de rosas y sobre su almohada una nota que decía
–perdóname lindis, tú sabes que la dueña de mi corazón eres tú—eso la derritió,
pero en cuestión de segundos arrugó la nota, empuñó su mano y la depositó en el
cesto de la basura, --si Manuel cree que con estos detallitos me convencerá,
está muy equivocado—aunque había amado ese regalo, no lo aceptó. Lucero estaba
celosa.
Se metió al baño, y tomó una ducha caliente. Mientras
ella se bañaba Manuel entraba como delincuente a la casa, sigilosamente daba
pasos rápidos, pues sabía que los niños estaban en casa, así llegó al cuarto de
la adorada, y se sentó frente a la cama.
Lucero salía del baño y como el cuarto estaba a
obscuras no se percató que Manuel la vigilaba. Agarró su crema corporal y
empezó a echarse sobre las piernas, a la vez que canturreaba “Dueña de tu
amor”. Manuel la observaba como extasiado.
--Siempre he dicho que tienes unas piernas
exquisitamente bellas—dijo Manuel de repente, y Lucero saltó del susto. –tú que
haces aquí? Como entraste? Me espantaste, tonto— Manuel en forma de burla le
respondió –No creo que no me hayas visto, soy tan guapo que hasta la obscuridad
me alumbra—a lo que ella respondió –Siempre tan galante tú, pero dime que andas
haciendo—insistía ella.
Manuel trató de explicarle una vez más lo del beso de
Renata, pero Lucero no escuchaba razones. Ella parecía adolescente de 15 años
celando a su novio, y él un loco joven de 25 años tratando de reconquistar a su
princesa.
Ya que ella no dejó que Manuel hablara, entonces éste
la tomó por la cintura y le plantó un beso, ella solo dijo –déjame, no me
toques—pero el hizo caso omiso a la petición de Lucero. La beso para poderla
convencer de que sus besos valían más que sus explicaciones.
Al principio Lucero no quería besarlo, pero no pudo
resistirse a aquellos suaves labios que sabían a fresa y que lo único que
pedían era estar junto a los de ella. Manuel le agarró la cabeza con las manos
y le dijo muy convincente –No quiero que dudes de mi amor y de mi fidelidad, te
cuesta tanto entender que sos la luz de mis ojos y el motivo de los latidos de
mi corazón?—eso terminó por convencerla, de que aquel hombre de ojos claros era
el hombre perfecto.
Ella mientras lo besaba, se le derramaba una lágrima,
pero Manuel muy tiernamente, sacó su pañuelo y se la secó. –Manuel tengo miedo,
de que un día este amor que nos tenemos llegue a desaparecer—pero Él le
respondió –No tienes por qué temer, aunque no estemos juntos estarán los
recuerdos, de todos los momentos maravillosos que hemos vivido juntos—ella
sonrió y lo beso, como símbolo de agradecimiento.
Esa noche se prolongó hasta las 3 de la mañana, pues
se habían amado tiernamente, así como lo habían hecho la primera vez que él la
tuvo entre sus brazos. Antes de irse a dormir Manuel le hizo una petición
–Lucero de mi vida aceptarías volver a casarte conmigo, con el soldado del amor
que lo único que hace es amarte—Ella lo besó, pero no le respondió, solo le
dijo –yo te amo y nada ni nadie podrá evitar que estemos juntos—dormidos
quedaron, abrazados, y Lucero descansaba su pierna sobre el cuerpo de Manuel.
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