Aunque no estemos juntos, estarán los recuerdos...

jueves, 4 de abril de 2013



Escape Furtivo



Sus encuentros a escondidas eran cada vez más frecuentes, sólo la luna era la cómplice de esas noches de pasión y el sol testigo de sus amaneceres abrazados. Ese fin de semana tenían una noche libre para estar completamente solos, por medio de mensajes lleno de deseo y anhelo por verse, citaron el lugar del encuentro.

Esta vez sería algo distinto, a las 5 de la tarde en el estacionamiento del centro comercial cerca de sus casas, Lu traía un pantalón color pastel con una blusa celeste, su pelo suelto dejando apreciar su bellos rulos. A ratito llego Manuel, en su camioneta, vestía  pantalón de jean claro y un chomba con cuello color azul, ella subió al coche.

Partirían a su casa de Cuernavaca, era una cabaña que tenían hace varios años, no habían animado a venderla, demasiados recuerdos lo envolvían. 

Durante la ruta iban cariñosos, con manos jueguetonas, Manuel le rozaba la pierna mientras ella le acariciaba su pelo. Paso un poco más de una hora, y llegaron al lugar, rodeado de verde, y con el cielo que prometía algo de lluvia. Lucero le dio la mano y entraron juntos a la cabaña.

Estaba en silencio, Manuel le dado el día libre a Pepe el cuidador de la casa. Dejaron los pequeños bolsos que traían en el sillón del living, y recorrieron toda la casa. En cada lugar contaban una anécdotas, el primer verano que pasaron los cuatro juntos con Jos y la beba, los interminables partidos de fútbol, las tardes jugando Wii, al costado del hogar o cuando se habían escapado para celebrar su aniversario número 7...

Estaban en el estudio, ese lugar de la casa muy pocas veces lo utilizaban, ahí Manuel tenía un amplio sillón y un escritorio. 
Lu le dijo - de este lugar no tengo ningún recuerdo, si casi nunca lo usamos-
Manuel con sus ojos brillantes con una chispa de picardia, la abraza por atrás y le susurra a su oído, -quieres que tengas un recuerdo para toda la vida-

Ella se dio vuelta, y sin dudarlo comenzó a besarlo apasionadamente, beso que extendieron por sus cuellos, jadeando de pasión, Manuel la levantó hasta llevarla al escritorio y la sentó sobre él. Lu le sacó su chomba dejando su torso descubierto, y le acariciaba los pelos de su pecho, el con una agilidad admirable le desprendía con velocidad los botones de la camisa, luego le saco su brasier, sin dejar de besarla.

Ahi mismo se amaron una y otra vez, como si el tiempo de hubiera detenido, como si esa lejanía de la ciudad les hubiera dado la eternidad para amarse sin limites. 
La noche los encontró desnudos, recostados en la alfombra, abrazados, disfrutando cada rose de su piel, recordando cada minuto que habían pasado, tratando de aferrar a la memoria ese escape furtivo.

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