Siempre juntos
Como últimamente los intentos de volver a estar juntos no
estaban siendo como lo esperaban, entonces ella por fin acepto esa cita. Hace
mucho tiempo la venía cancelando por uno u otro siempre siendo Manuel el
culpable, solo porque no quería darle un motivo más para culparla.
A las 8 Andrés paso por ella, era un viejo de la infancia y
que hace poco habían vuelto a contactarse, el era divorciado y le interesaba. La llevo a un restaurante muy elegante cercano
a su casa, de luces tenues y música romántica, ella no venía en plan de nada,
solo platicar y conocerse, el tenía esperanzas de algo. Conversaron un buen
rato de trabajo, la vida, sus hijos un tema que a ella le llenaba de orgullo
siempre, sus hijos eran el motor para alentarla a seguir, pidieron la cena con
buen vino acompañándolos, ya había pasado una hora, cuando estaban disfrutando
su comida, ella sentada con la mirada hacía la puerta ve que junto a grupo de
amigos entre risas bromas llegaba al restaurante Manuel. Su corazón se acelero
como un ladrón a punto de ser descubierto, ellos ya no eran nada, pero de
alguna manera ella sentía que lo estaba traicionando. Manuel le clavo mirada quedándose
mudo, no aceptaba ver a su mujer acompañada de otra persona. Se sentaron
alejados a ella pero la miraba de frente como queriendo controlar cada movimiento
que la pareja hiciera. Algo nerviosa y con la cabeza en todos lados menos en la
plática de Andrés, él estaba embobado con ella que ni había percatado la
llegada Manuel, entonces ella se disculpo con él para ir a tocador.
No había nadie en el baño así que con sus monólogos frente
al espejo intentaba calmarse pero le era imposible, retoco su maquillaje,
acomodo su ropa, tomo un poco de aire para acarrear valor y al momento de
salir, Manuel invadió el baño de mujeres trabando la puerta tras de sí. –Manuel
que haces acá? No puedes entrar- le dijo asustada y con su corazón a mil por
hora. El que va a hacer las preguntas soy yo. Que haces con ese tipo? Desde
cuando estas saliendo con él?-le decía casi gritando- No tienes derecho a indagar en mi vida si no
somos nada, ni soy de tu posesión- Así que no eres de mi posesión- le dijo en
tono irónico y caminando así ella. Lucero caminaba para atrás evitando que la
toque hasta que choco con la pared, temblaba sentía la mirada de Manuel furiosa
sobre ella. Ahí arrinconada Manuel la beso con rabia y pasión, la apretó contra
él, ella se resistía pero no la soltaba, una de sus manos le agarro su trasero
y le susurro al oído -eres toda mía- mordiéndole
el lóbulo. Ella gimió de placer y ya sin resistencia lo beso con pasión, agarrándole
el pelo, sus lenguas entrelazadas pedían más y más, estaban sedientos de sus
labios. Manuel comenzó a des prenderle la blusa, uno dos tres botones y cuando
su brasier se comenzaba a notar ella lo detuvo – Espera Manuel acá no podemos,
debo regresar alguien me está esperando-
dijo arreglando su ropa. –No me pidas que te deje volver a los brazos de
ese tipo, No- -Manuel salí con él, debo regresar con él- -Prométeme que no permitirás
que propase contigo- -Si sabes que no puedo olvidarte, Te amo- le dijo al oído y
lo beso cerca de los labios. Una mirada rápida al espejo y salió. El se quedo
solo en silencio, golpeo fuerte la pared, soltando un grito “Yo también Te Amo”
susurro. Espero que pasaran unos diez
minutos y salió, a enfrentar la realidad ver la mujer que tanto amaba en brazos
de otro, pero para su sorpresa ellos ya dejaban el lugar, la reconoció detrás,
como no reconocerla si la conocía perfectamente sus piernas, su pelo, todo ella.
Continúo con su velada entre risas de chistes sin sentido y
una que otra anécdota, pero en sí su mente estaba fuera de ese lugar, imaginaba
lo peor a ese tipo besándola en su carro colocándole las manos tocándola como
si la fuera romper o ensuciar, “nadie la sabe tocar como yo” pensó. El sonido de su celular lo volvió a la
realidad, era ella. Te estoy esperando…
Manuel no podía creer lo que estaba leyendo, sus ojos
brillan y en sus labios se dibujo una sonrisa, disculpándose con sus amigos con
una escusa sin sentido se retiro casi corriendo, subió a su coche y manejo lo
más rápido que pudo. De uno de los compartimientos del auto saco su llave,
nunca había devuelto todos los juegos de llaves que tenía. Lucero lo esperaba
nerviosa, a penas llego se había sacado lo que traía y lo esperaba con su baby
doll color negro y encaje, que dejaba ver sus pechos a través del tul, con una pequeña
tanga que resaltaba su trasero, se miraba al espejo se sentía sexy, quería
verse sexy. Cuando sintió el coche sabía que él iba a subir, apago las luces de
su habitación y lo espero detrás de la puerta. Al entrar el fue directo al
centro de la habitación donde estaba la cama –Amor- dijo no muy fuerte, ella
como un gato siamés se le acerco por atrás y le mordió el lóbulo mientras metía
su mano por la camisa, -Tú también eres todo mío-, le dijo con su voz ronca y sexy. Rápidamente
Manuel la agarro –Si todo tuyo- y la levanto, ella encerró sus piernas a él mientras
lo besaba, ciego iba entre sus besos hasta que la tiro en la cama. –Me encanta lo
que traes puesto para mí, pero ya te lo quiero quitar- le dijo todo agitado y sacándose
su camisa. –Hazme lo que quieras esta noche- le dijo ella con su mirada clavada
en los ojos de él y mordiéndose los labios. Manuel sin palabras se desembarazo
de su pantalón y lanzó sobre ella, la recorrió con sus besos, lentamente le
quito el baby doll dejando sus pechos descubiertos juego con ellos mientras
Lucero arqueaba su espalda de placer, estaba entregada completamente a ese
hombre.
Luego sus cuerpos desnudos que se conocían a la perfección
se unieron, en un vaivén de embestidas cada vez a un mayor ritmo, él le callaba
sus gemidos con besos apasionados y devoradores, hasta que llegaron a la cima
de sus fuerzas con un ronco gemido. Sus cuerpos agitados se tendieron sobre la
cama, su sudor era uno solo, el éxtasis de ese momento era tan fuerte como el
amor que se tenían el uno al otro. La
brisa de la ventana los acariciaba, mientras de a poco en silencio abrazados se
pronunciaban todas esas palabras de amor a través de su mirada. El la abrazó en señal de nunca dejarla sola
hasta que se quedaron profundamente dormidos.
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